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Comentarios gracias al EVANGELIO

Comentarios gracias al EVANGELIO

By: Sebastián García SCJ
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Sacerdote del Sagrado Corazón de Jesús de Betharram. Apasionado por el Reino de Jesús. Y hermano de todos los varones y mujeres que transitamos a diario los caminos de este mundo.© 2025 Sebastián García SCJ Spirituality
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  • Convertirse para amar
    Jan 20 2024
    Basta que Juan sea arrestado para que Jesús empiece su misión: proclamar la venida inminente del Reino de Dios, el anuncio gozoso de la Buena Noticia. El Evangelio nomás, así, sin glosa ni interpretación. Y lo que se exige frente a este anuncio es la conversión y la fe. Convertirse y creer. Convertirse tiene que ver con “cambiar la mentalidad” radicalmente. Implica un cambio en la óptica de ver las cosas y también en la manera de considerar la realidad. Es la apertura de mente y corazón a un nuevo orden, una nueva realidad, una renovada utopía, que es la del Reino de los Cielos. Y aquí tenemos que ser claros. Cuando Jesús habla del Reino, está hablando no del “cielo” como ese “lugar” al que vamos a ir, sino más bien a su persona. El Reino es el mismo Jesús que viene a instaurar con su Encarnación y su Pascua un nuevo orden de relaciones humanas y humanizantes donde lo único que esté permitido sea el amor. Es el nuevo modo de enteder al hombre, al mundo y a Dios: desde la perspectiva del amor; amor como donación solidaria y proexistente de toda mi persona para causar, generar, provocar un bien en el prójimo, en mis hermanos. Por eso es que el Reino exige conversión y fe. Porque la mentalidad mundana no entra. La cultura del descarte tampoco. El individualismo, el egoísmo autorreferencial, la búsqueda del propio bien incluso a costa del bien del otro, en el Reino no tienen lugar. Una vida que busca permanentemente salvarse en soledad y en el colmo del individualismo, procurándose el bien para sí sin mirar a los demás, sin tender una mano, sin ayudar, sin mirar, sin escuchar, sin abrazar a las víctimas, no tiene cabida en el Reino de Dios. El Reino es para los que creen, viven y aman de otra manera. Por eso es necesaria la conversión. Para alejar del corazón toda tentación de búsqueda del propio bien y “cortarse solo” para pensar la vida en sentido comunitario, colectivo, plural. Dejar de pensar en el “yo” para pasar al “nosotros”. Para sabernos y sentirnos hermanos. Para proclamar con voz firme y fuerte, con actos contundentes que “nos salvamos todos juntos o no se salva nadie”. Cambiar la mente y el corazón para creer de un modo renovado que deje afuera ritualismos y observancias, prácticas vacías que no terminan de decirle nada a nadie para pasar a ver, entender y sentir el mundo y la Iglesia desde la perspectiva del Evangelio de Jesús que es esencialmente y por sobre todas las cosas Ternura y Misericordia. Hacer el esfuerzo una y otra vez para no acostumbrarnos ni a Dios, ni a Jesús, ni a la acción salvífica del Espíritu Santo; para no acostumbrarnos a que “somos así y nunca vamos a poder cambiar”; para que la Palabra cale hondo en nuestro corazón y lo configure a imagen del Corazón de Jesús y podamos tener sus sentimientos, para que podamos imitar su vida, para que podamos participar de su Pascua. Convertirnos para dejarnos salvar por Jesús y así ser también nosotros anunciadores de Buenas Noticias para tantos hermanos que necesitan sentirse salvados por Dios y compartir así con ellos la alegría del Evangelio. Que tengas un lindo domingo lleno de la luz de Jesús que nos convierte el corazón para que sea cada vez más semejante al suyo.
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  • Donde vive Jesús, vivamos nosotros
    Jan 13 2024
    El texto de hoy es apasionante. Tiene su nudo y su centro en la pregunta de Jesús y en la respuesta-pregunta de los discípulos: “¿Qué quieren?”; “¿Dónde vives?” Me lo imagino como un momento cargado de tensión en el ambiente del diálogo. Lo cierto es que se resuelve no en palabras, sino en hechos, es decir, los curiosos discípulos van a ver dónde vive Jesús. Esto es lo paradigmático además del relato: ¡no se nos describe ni una palabra acerca de dónde vive Jesús! Lo cierto es que aquellos anhelantes buscadores de sentido encontraron algo que marcó tanto su vida que hasta le pusieron hora: las cuatro de la tarde. Hora más que simbólica, dado que en la antigüedad era cuando terminaba la jornada de trabajo y empezaba la tarde-noche. La hora del descanso. El tiempo del reposo. El ir haciendo síntesis del día vivido. Hasta ese momento se quedaron los discípulos. ¿Qué habrán visto? ¿Qué fue lo que los cautivó tanto? ¿Cuál habrá sido el hecho decisivo por el cual decidieron quedarse y proclamar a Jesús como Mesías? No lo sabemos. Lo cierto es eso. No lo sabemos. Y esto nos hace pensar a nosotros inmediatamente en nuestra propia vida. ¿Dónde vive hoy Jesús? Creo que es una de las grandes preguntas que nos podemos hacer. A Jesús, hoy, ¿dónde lo encuentro? Y la pregunta dispara para varios sentidos. ¿Dónde vive Jesús en el mundo? ¿Dónde vive Jesús en la Iglesia? ¿Dónde vive Jesús en mi vida de todos los días? ¿Dónde vive Jesús en la vida de tantos hermanos que caminan conmigo? ¿Cuáles son los “lugares” donde me encuentro con Jesús? Una de las tantas respuestas que me animo a dar es que Jesús está donde está la Vida. Creo que es una de las grandes claves de discernimiento de nuestra época. Si queremos descubrir a Jesús, vayamos detrás de la vida y denunciemos los lugares de muerte, ahí donde la vida es manoseada, maltratada, violada, vendida. Es un lindo ejercicio el poder examinar cuáles son los lugares de Vida para poder acrecentarlos o poder descubrir cada vez más a Jesús; y cuáles los lugares de no-Vida para poder llevar allí la Vida de Jesús. ¡Qué desafío grande este! Porque si no lo hacemos corremos el riesgo del acostumbramiento: siempre se hizo así. Y con eso la novedad siempre nueva del Evangelio de Jesús no puede entrar en el corazón. Así alimentamos estructuras caducas en la Iglesia, nos enquistamos, nos encerramos, y no tenemos nada nuevo para decirle al mundo; nuestro corazón se cierra y no le dejamos espacio al Espíritu de Jesús para que nos hable y nos conduzca; nos volvemos indemnes al sufrimiento de nuestros hermanos y lo justificamos diciendo que las cosas no pueden cambiar, o que es culpa de otros, o que siempre han existido los pobres y nosotros no lo vamos a revertir. Si nos acostumbramos, perdemos la novedad y perdemos a Jesús. Vamos a ser unos pobres tipos y mujeres que anden por la vida poniendo excusas pero sin jugársela en serio por aquello que amamos y nos apasiona: ser como Jesús y llevar la alegría del Evangelio a todos los hombres, especialmente los pobres. Abrile a Jesús las puertas de tu vida y de tu corazón. Descubrí donde vive. Y después, amá con locura. Esa misma que llevó a los discípulos a quedarse con Él hasta las cuatro de la tarde; esa misma locura que se entrega en la Cruz, para que todos tengamos Vida y Vida eterna. Que tengas un hermoso domingo y será si Dios quiere, hasta el próximo evangelio.
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  • En el Bautismo de Jesús, nuestro bautismo
    Jan 6 2024
    Esta linda fiesta que celebramos hoy en el Bautismo del Señor nos regala un evangelio para profundizar y meditar en su hondura. Pareciera ser que no nos dice nada cuando en realidad nos descubre un rasgo fundamental de la persona de Jesús, digno de ser aplicado a nuestra persona. Ni bien Jesús es bautizado, se oye la voz del cielo que lo proclama como “Hijo muy querido”. Va a ser el primer paso de la vida pública de Jesús antes de irse al desierto. Lo que nos descubre entonces el texto es que Jesús es no sólo “Hijo”, sino además, “muy querido”. De esta manera Jesús al recibir el bautismo está bien dispuesto para irse al desierto a dejarse tentar por el demonio y afrontar su misión. Esto tiene una gran importancia para todos nosotros, los cristianos, que este domingo nos juntamos en comunidad y celebramos la Palabra y la Eucaristía. Porque todos nosotros también somos bautizados. No fuimos bautizados sólo con agua, sino como bien predijo Juan, con Espíritu Santo. Esto quiere decir que desde el momento de nuestro bautismo la Trinidad nos habita; todo Dios reside en nosotros, configurándonos con su Corazón; se queda para siempre en nuestro corazón y en nuestra vida; nos deja una marca imborrable; y además nos recuerda una y vez que también como Jesús y en Jesús, somos sus hijos muy queridos. ¡Esto es fabuloso! ¡Esto es genial! ¡Esto sí que es grande! ¡Dios nos dice que somos sus hijos! Hoy es un hermoso día para recordar una y otra vez que somos hijos de Dios y que esta es nuestra dignidad más grande, más linda y más importante. Lo que le da sentido entonces a nuestra vida no es nuestra clase social, nuestro trabajo –los que tenemos el privilegio de tenerlo-, cuánto ganamos, dónde vivimos, si tenemos auto, moto, bicicleta o cartoneamos con un carro, la marca de la ropa que usamos… ¡Nada de eso! lo que le da sentido a nuestra vida cristiana es que somos bautizados y por tanto… ¡hijos muy queridos! ¡Esa es nuestra dignidad más grande! Tenemos que gritarlo: ¡somos hijos de Dios! Y somos hijos muy queridos. Entonces no importa en la vida quien se haya olvidado de mí o quien me haya mezquinado su amor o quien no supo estar a la altura de hacerme sentir que valgo la pena… mi vida tiene sentido porque soy de Dios y soy su hijo muy querido. Yo para Dios valgo. Dios de mí no se olvida. Dios me tiene siempre presente y su amor es incondicional. Aún en el pecado, Él me espera, me abraza, me besa, me reconcilia. Dios se derrite en caridad por todos y cada uno de nosotros. Yo soy importante no por lo que haya recibido ni por lo que haya logrado; soy importante porque Dios no deja ni un segundo de hacerme el aguante, de “aguantarme los trapos”, de jugársela por mí, por amor. Yo para Dios valgo y Él no se olvida de mí. Testimonio de esto es el amor de Jesús y la pasión del Espíritu Santo que habita nuestro corazón. Hoy es un lindo día para hacer memoria de nuestro bautismo y de confirmar una vez más que todo Dios nos inhabita y su amor nos hace valer, nos da alas, nos hace levantar la mirada, nos hace ponernos en camino, nos hace apasionarnos por el Bien y la Verdad y llevar a cabo la misión para la cual Dios nos ha creado: poner nuestra vida al servicio de los hermanos, especialmente de aquellos que sienten la vida y la fe más amenazada. Que tengas un lindo domingo lleno de la luz del bautismo de Jesús. Te abrazo en Su Corazón y será hasta el próximo evangelio.
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