Episodes

  • La muerte blanca
    Nov 23 2025

    Es el norte más profundo, un lugar donde el silencio no es ausencia, sino una presencia densa que se posa sobre los árboles y convierte cada sonido en un eco lejano. Allí, en losbosques interminables de Karelia, el invierno no es una estación: es un espíritu antiguo que desciende desde el Ártico, envolviéndolo todo con una luz azulada que parece venir de otro mundo. El frío no te muerde, te atraviesa; y la nieve, tan blanca que duele mirarla, cae despacio como si flotara, como si tuviese alma propia. Algunos soldados decían que la nieve finlandesa podía “respirar”.Y quizá no lo decían por poesía, sino porque en aquel paisaje helado uno sentía que cada centímetro de tierra estaba vivo, atento, expectante.

    En ese escenario que bordeaba lo irreal se libraba una guerra que no parecía hecha de hombres, sino de sombras.Mientras las columnas soviéticas avanzaban torpes, hundiéndose en la nieve hasta la cintura, algo se movía entre los pinos sin ruido, sin huella, sin gesto humano. Eran apenas destellos, cambios leves en la textura del blanco, vibraciones que el ojo humano no alcanzaba a descifrar. Y sin embargo, estaban ahí. A veces un soldado soviético juraba haber visto una figura pequeña y completamente blanca —chaqueta, guantes, capucha, incluso el fusil camuflado— deslizándose como un pensamiento fugaz entre los troncos. Otras veces, no se veía absolutamente nada, y aun así un disparo perfecto, limpio, casi quirúrgico, caía desde ninguna parte.

    Los finlandeses lo llamaban simplemente uno de los nuestros. Pero para el enemigo empezó a convertirse en algo distinto, algo que la lógica no explicaba: un fantasma de la nieve, una presencia silenciosa que aparecía y desaparecía sin dejar rastro, como si la propia tierra lo hubiese parido para defenderla. Y en cierto modo, eso sentían los soldados: que aquella guerra se estaba librando en un territorio donde la naturaleza tenía bando, donde el bosque se volvía cómplice,donde la nieve —esa nieve viva, antigua, insondable— protegía a uno de sus hijos.

    Aún no sabían su nombre. Aún no sabían que detrás de aquel mito se escondía un campesino callado, de mirada humilde y manos de cazador. Pero el rumor ya estaba sembrado. En loscampamentos soviéticos empezaron a hablar de “alguien” que nunca fallaba, de una figura blanca que parecía no sentir el frío ni el miedo, de un tirador tan preciso que cualquier movimiento imprudente era una sentencia. Y las noches, que ya eran largas y crueles, se volvían más densas al pensar que quizás ese ser estaba ahí fuera, en algún punto de la oscuridad, escuchando cada respiración.

    Así comienza la historia del Fantasma Blanco: no con su nombre, ni con sus proezas, sino con la sensación deque en Finlandia, aquel invierno, la frontera entre lo humano y lo legendario se hizo tan fina como un cristal helado. Y basta un roce, un suspiro, un disparo entre los árboles, para que un hombre se convierta poco a poco en mito.


    Show More Show Less
    55 mins
  • La hermandad de la serpiente, 2ª parte
    Nov 17 2025

    Dicen que hay símbolos que no mueren, solo mudan de piel. Y entre todos, ninguno ha sabido deslizarse con tanta elegancia por la historia como la serpiente. Aparece grabada en tablillasde arcilla, tallada en muros de piedra, pintada en códices y hasta en los sueños de los hombres. Cambia de nombre, cambia de rostro, pero siempre vuelve.A veces es diosa, a veces monstruo, otras simple mensajera. Y sin embargo, en su ondulación hay un secreto que se resiste a desaparecer: el del conocimiento que no puede enseñarse, solo recordarse.

    Quizá por eso su figura fue tan temida y tan venerada a la vez. Los antiguos decían que donde una serpiente se arrastra, la tierra guarda memoria. Y si seguimos su rastro, el sendero noslleva más atrás que Egipto, más allá incluso de Babilonia. Nos lleva al corazón del mito sumerio, a la primera ciudad que el hombre llamó sagrada: Eridú. Allí, entre canales y templos levantados sobre el barro, los sacerdotes contaban que bajo las aguas del abismo vivía el más sabio de los dioses, Enki, el señor de lo profundo, el que enseñó a los humanos el lenguaje de los números, la música del agua y el poder del verbo.

    De él se decía que tenía forma de hombre y alma de serpiente. No porque fuese reptil, sino porque sabía mudar su esencia sin morir. Y es ahí, en esa frontera entre lo humano y lo divino, donde empieza la historia de lo que siglos después algunos llamarían la Hermandad de la Serpiente. Una orden que, según los fragmentos dispersos por el tiempo, habría nacido del legado de Enki, guardando la llave de un conocimientoque no debía pertenecer solo a los dioses.


    Show More Show Less
    56 mins
  • La Hermandad de la Serpiente - 1ª parte
    Nov 9 2025

    Dicen que hay símbolos que no mueren, solo mudan de piel. Y entre todos, ninguno ha sabido deslizarse con tanta elegancia por la historia como la serpiente. Aparece grabada en tablillasde arcilla, tallada en muros de piedra, pintada en códices y hasta en los sueños de los hombres. Cambia de nombre, cambia de rostro, pero siempre vuelve. A veces es diosa, a veces monstruo, otras simple mensajera. Y sin embargo, ensu ondulación hay un secreto que se resiste a desaparecer: el del conocimiento que no puede enseñarse, solo recordarse.

    Quizá por eso su figura fue tan temida y tan venerada a la vez. Los antiguos decían que donde una serpiente se arrastra, la tierra guarda memoria. Y si seguimos su rastro, el sendero noslleva más atrás que Egipto, más allá incluso de Babilonia. Nos lleva al corazón del mito sumerio, a la primera ciudad que el hombre llamó sagrada: Eridú. Allí, entre canales y templos levantados sobre el barro, los sacerdotes contaban que bajo las aguas del abismo vivía el más sabio de los dioses, Enki, el señor de lo profundo, el que enseñó a los humanos el lenguaje de los números, la música del agua y el poder del verbo.

    De él se decía que tenía forma de hombre y alma de serpiente. No porque fuese reptil, sino porque sabía mudar su esencia sin morir. Y es ahí, en esa frontera entre lo humano y lo divino, donde empieza la historia de lo que siglos después algunos llamarían la Hermandad de la Serpiente. Una orden que, según los fragmentos dispersos por el tiempo, habría nacido del legado de Enki, guardando la llave de un conocimientoque no debía pertenecer solo a los dioses.


    Show More Show Less
    57 mins
  • El oro Afgano
    Nov 2 2025

    En el transcurso de la invasión de Afganistán por parte de Estados Unidos, justo después del atentado de las Torres Gemelas, se bombardeó intensamente su capital, Kabul, incluidos los alrededores del Banco Central. Pero a pesar de estar perdiendo el control del país, los talibanes no se resignaban a dejar allí el tesoro más valioso de Afganistán: un montón de oro procedente de la época de Alejandro Magno y las colonias griegas de Asia, que se custodiaba en una cámara acorazada del Banco Central. Aquel 12 de noviembre de 2001, un grupo de mulás talibanes intentaron llevarse el tesoro. En la mejor tradición de las historias de espionaje, uno de los empleados les aseguró que se habían hecho siete llaves de esa cámara y se habían entregado a siete personas que vivían en diferentes lugares del mundo. Para poder abrir la caja de seguridad, antes había que reunirlas a todas. Los bombardeos enemigos aumentaban, pero ellos no estaban dispuestos a irse sin el que consideraban su oro. Estaban firmemente dispuestos a volar la puerta del Banco Central de Kabul, aunque con esta acción destruyeran uno de los tesoros arqueológicos más antiguos y valiosos del mundo.

    Show More Show Less
    52 mins
  • Dracula y el mito vampírico
    Oct 26 2025

    Entre montañas que parecen alzarse como los colmillos del mundo, envueltas en nieblas que jamás se disipan del todo, nació un niño destinado a ser recordado no por su ternura, sino por su sombra. En aquellas tierras ásperas de Transilvania, donde el invierno parece no terminar y los bosques guardan más secretos que caminos, vino al mundo Vlad III de Valaquia, hijo del príncipe Vlad II Dracul, miembro de una orden caballeresca que había jurado proteger la fe cristiana del avance otomano: la Orden del Dragón.Y fue precisamente ese dragón, símbolo del fuego sagrado y del poder que no conoce fronteras, el que marcaría para siempre el destino de su linaje. De ahí su nombre: Drăculea, el hijo del dragón.

    Corría la primera mitad del siglo XV, una época convulsa en que el mundo parecía dividido entre dos credos y dos visiones irreconciliables. Por un lado, el Imperio Otomano, joven,ambicioso y devorador, extendiéndose desde Anatolia hasta los Balcanes; por otro, una Europa cristiana fatigada por sus propias guerras, pero dispuesta aún a resistir. En medio de esas fronteras inciertas, los pequeños principados de Valaquia y Moldavia eran el campo de batalla donde chocabanOriente y Occidente, y donde los hombres aprendían a sobrevivir entre la cruz y la cimitarra.

    El padre de Vlad, Dracul, había sido un noble fiel al rey de Hungría y un guerrero hábil en los pactos. Pero los pactos, en aquella tierra, se rompían con la facilidad con que se quebrabaun hueso. Cuando Vlad tenía apenas trece años, él y su hermano menor Radu fueron entregados como rehenes al sultán otomano Murad II, para asegurar la lealtad de su padre. Aquellos años de cautiverio marcaron el carácter del muchacho más que cualquier espada: aprendió el idioma, la disciplina y la crueldad de los turcos, pero sobre todo aprendió que el poder nunca se entrega… se toma.

    Creció entre dos mundos, viendo a los cristianos como débiles y a los otomanos como enemigos. De esa mezcla de humillación y orgullo nació un joven príncipe que, al regresar a su tierra, ya no era un simple heredero, sino un hombre forjado en el fuego del resentimiento. La Valaquia que encontró estaba arruinada por la guerra, los boyardos —la nobleza local— gobernaban con intereses propios, y el pueblosufría bajo impuestos y saqueos. Vlad los miró y vio desorden, corrupción, traición. Decidió poner fin a todo aquello con la única ley que creía infalible: el miedo.

    Pero antes de la crueldad vino la convicción. En su mente, Valaquia no debía ser una tierra de esclavos, sino de guerreros. Quiso construir un reino justo, aunque su justicia olía a sangre. Se decía que caminaba de noche por los pueblos, disfrazado, para comprobar si sus súbditos mentían o robaban. Y cuando lo hacían, no había perdón ni clemencia.Porque para él, el dragón de su estirpe no era símbolo de destrucción, sino de pureza a través del fuego.

    Los cronistas contemporáneos lo retratan como un hombre de mirada fija y voz serena, incapaz de mostrar compasión, pero también incapaz de dudar. Y sin embargo, en ese joven de rostro severo y corazón endurecido, latía todavía la sombra de aquel niño que una vez fue prisionero en tierras lejanas. Su odio hacia los traidores era, en realidad, el odio hacia su propio pasado. Quiso limpiar su nombre, el de su padre y el de su país. Pero al hacerlo, se convirtió en aquello que más temía:un monstruo para unos, un salvador para otros.

    El dragón, símbolo de la sabiduría divina, fue en sus manos una espada. Y con esa espada empezó a escribir su leyenda, una que haría temblar a Europa y alimentaría los sueños más oscuros de la humanidad.

    Porque donde otros vieron un hombre, la historia empezó a ver un demonio. Y donde la sangre corría como río, nacería el mito de un ser que jamás moriría del todo.


    Show More Show Less
    55 mins
  • Las profecías de Nostradamus, mito o manipulacion
    Oct 19 2025

    Noche en Saint-Rémy-de-Provence (sén remí de prováns), mediados del siglo XVI. En una casa modesta, iluminada por el fuego de una lámpara de aceite, un hombre de mirada incierta escribe sin descanso sobre papeles amarillentos. A veces alza la vista al cielo como si esperara una señal, y otras hunde la pluma en el tintero con la resignación dequien sabe que lo que está anotando lo sobrevive. Se llama Michel de Nostredame (mí-shel de nós-tre-dam), pero el mundo lo recordará con un nombre casi sagrado: Nostradamus.


    Show More Show Less
    53 mins
  • El de Nazaret Docético
    Oct 5 2025

    Imagina, hermano, que lo que llamamos carne no fuera más que un velo, un ropaje prestado que esconde lo verdadero, un disfraz necesario para moverse entre nosotros sin que lo reconociéramos de inmediato, eso es lo que los antiguos gnósticos llamaron docetismo, la certeza de que el Cristo erademasiado inmenso para reducirse a huesos y sangre, demasiado eterno para ser tocado por la muerte, en su visión no sufrió en la cruz porque la luz no puede ser clavada, solo fue apariencia, un espejo para que creyéramos que compartía nuestro dolor, pero en realidad era presencia pura, incandescencia sin herida.

    Ahora bien, no se trata de negar su humanidad, sino de recordar que lo humano que veíamos era un puente, un símbolo viviente, y esa idea no está lejos del relato del Libro de Urantia, donde se nos dice que Miguel de Nebadon —ese príncipe creador de universos— eligió encarnarse en Urantia, nuestra Tierra, como Jesús de Nazaret, sabiendo que debía asumir la condición mortal, probar el pan del hambre, el peso del cansancio, la ternura del abrazo, pero sin dejar nunca de ser lo que era en esencia, un Hijo Creador que sostenía constelaciones enteras con un pensamiento.

    El docetismo y Urantia, aunque nacidos en tiempos tandistintos, se rozan en un mismo misterio: el de un ser que camina entre hombres y mujeres, pero que al mismo tiempo vibra en otra frecuencia, inalcanzable, y esa paradoja es la que enciende la pregunta que late desde el principio: ¿quiénfue Jesús?, ¿un hombre con poderes extraordinarios?, ¿un dios disfrazado de hombre?, ¿o un reflejo de lo que somos todos cuando dejamos caer las vendas? Así arranca el capítulo, con una duda que no divide, sino que invita a mirar más hondo, porque quizá no sea cuestión de elegir entrecarne y espíritu, sino de aceptar que en él —y por extensión en nosotros— ambos eran uno solo.

    Show More Show Less
    57 mins
  • Cahokia, la Teotihuacan del Mississippi
    Sep 28 2025

    Imagina la vasta planicie del río Mississippi en un amanecerdel siglo XII, con la niebla levantándose suavemente sobre los humedales y el aire impregnado del olor a tierra húmeda. No hay rascacielos ni autopistas, ni siquiera aldeas dispersas como las que solemos asociar al mundo indígena norteamericano en la memoria común. Lo que se alza ante nuestros ojos es una ciudad. Una ciudad en toda regla, con plazas amplias, barrios organizados y, sobre todo, con montículos monumentales que se elevan hacia el cielo como si fueran montañas nacidas de la mano humana. Es Cahokia, el corazón olvidado de un continente que solemos mirar únicamente hacia el sur cuando pensamos en grandes civilizaciones.

    Sorprende porque contradice la imagen estereotipada de losnativos del norte: no eran solo cazadores en chozas dispersas, sino arquitectos de pirámides de tierra más anchas en su base que las de Egipto. En Monks Mound, el Montículo de los Monjes en su traducción al castellano, los sacerdotes y gobernantes contemplaban la llanura y guiaban la vida de decenas de miles de personas. Hablamos de una urbe que llegó a rivalizar en población con las capitales europeas de la época: Londres, París o Sevilla. ¿Cómo es posible que en el corazón de Norteamérica hubiera una ciudad de este calibre, y sin embargo casi nadie la recuerde?

    Los Cahokia no dejaron escritura, no nos transmitieron crónicas grabadas en piedra como los mayas ni códices pintados como los mexicas. Su memoria quedó enterrada en la tierra misma, en capas de barro y ceniza que los arqueólogos modernos han tenido que desentrañar conpaciencia. Por eso, cuando nos acercamos a su historia, lo hacemos con la sensación de estar rescatando un sueño que la propia tierra quiso guardar en secreto durante siglos.

    Esa es la puerta de entrada al misterio: un pueblo que supodomesticar el maíz, levantar templos de tierra, observar los astros con precisión y sostener un entramado social tan complejo como el de cualquier ciudad medieval europea… y que sin embargo desapareció casi sin dejar rastro. Ese contraste entre la grandeza y el olvido es lo que atrapa: ¿cómo pudo borrarse de la memoria colectiva algo tan colosal?

    Este será nuestro punto de partida, la primera chispa en elrelato: invitar al oyente a caminar entre la hierba alta de Illinois, levantar la vista a esos montículos que parecen colinas naturales y descubrir que, bajo su aparente sencillez, late la historia de la ciudad más enigmática de Norteamérica, la que algunos llaman la “Teotihuacán del Mississippi”.


    Show More Show Less
    53 mins