Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.
Juan David Betancur Fernandez
elnarradororal@gmail.com
Había una vez un pueblo del Japón llamado Matsuyama, situado en la provincia japonesa de Echigo, Allí en aquel pueblo vivía una pareja de jóvenes campesinos que habían pasado toda su vida cultivando para sobrevivir. La pareja tenía una pequeña niña y Su vida giraba en torno a su pequeña quien era la luz y alegría de sus días. Un día, el esposo tuvo que emprender un viaje a la capital para resolver unos asuntos importantes y con tristeza de despidió de su esposa y su hija. Nunca había salido de su pequeña parcela pero el asunto requería que fuera a la capital. La esposa, preocupada por la distancia y el desconocido mundo que su marido iba a enfrentar, se sintió aliviada cuando él le prometió regresar lo antes posible y traer hermosos regalos para ella y su hija.
El tiempo pasó lentamente para la esposa, cada día parecía una eternidad. Ella y su pequeña niña se sentaban al atardecer a esperar ver a su esposo y padre, pero pasaron muchos días sin saber de su paradero. Finalmente, después de una larga espera, vio a su esposo regresar. La alegría llenó su corazón al verlo sano y salvo. El esposo llego feliz y deseoso de contarle a su esposa de las maravillas que había visto en la capital. Y rápidamente se sentó a relatarle las increíbles experiencias y las cosas extraordinarias que había visto en la capital, mientras su hija jugaba feliz con los juguetes que él le había traído.
"Para ti," dijo el esposo a su mujer, "te he traído un regalo muy especial que sé que te va a sorprender. Míralo y dime qué ves dentro."
El regalo era un objeto redondo, blanco por un lado, adornado con delicados pájaros y flores, y por el otro, muy brillante y terso hecho de un metal muy pulido.. La esposa, que nunca había visto un espejo, quedó fascinada y sorprendida al contemplar a una joven alegre que no conocía en la imagen que reflejaba aquel metal maravilloso. El esposo se echó a reír al ver la expresión de asombro en el rostro de su esposa.
"¿Qué ves?" le preguntó con una sonrisa traviesa.
"Veo a una hermosa joven que me mira y mueve los labios como si quisiera hablarme." Esto debe ser magia. Nunca había visto a esta joven.
"Querida," dijo el esposo, "lo que ves es tu propio rostro reflejado en esta lámina de metal Se llama espejo y en la ciudad es un objeto muy común." Es algo que nunca habíamos visto y que ciertamente puede causar impresión ya que nunca nos habíamos mirado a un espejo.
La esposa quedó encantada con aquel maravilloso regalo. Lo guardó con sumo cuidado en una cajita y solo de vez en cuando lo sacaba para contemplarse. Le costaba trabajo reconocer en aquella imagen su propia imagen así que también le causaba un poco de temor mirarse.
Pasaron los años y la niña hija de los dos creció, convirtiéndose en una hermosa y cariñosa joven que cada vez se parecía más a su madre. Sin embargo, la madre nunca le mostró el espejo ni le habló de él, para que no se vanagloriara de su propia belleza. Incluso el padre olvidó el espejo, ya que este estaba bien guardado en la cajita de su esposa..
Un día, la madre enfermó gravemente. A pesar de los cuidados y atenciones de su esposo e hija, su salud empeoró. Comprendiendo que la muerte se acercaba, llamó a su hija y le pidió que trajera la cajita donde guardaba el espejo. Con voz suave y amorosa, le dijo:
"Hija mía, sé que pronto voy a morir, pero no te entristezcas. Cuando ya no esté contigo, espera diez anos y abre esta caja y allí encontraras un objeto mágico míralo y allí me podras ver y te darás cuenta de que, aunque desde muy lejos, siempre estaré velando por ti."
Al morir la madre, la joven obedientemente espero los diez años que su madre le había pedido y fi