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675. Las historias olvidadas (Infantil)

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Juan David Betancur Fernandez
elnarradororal@gmail.com


En las tierras de green wood donde los sauces lloraban sobre ríos de niebla había un reino donde la medición del tiempo había sido prohibida por decreto real ya que se decía que aquellos que median los meses y los anos perdían el interés en lo realmente importante. Su vida interna. En dicho reino los días se relacionaban solamente por el color del cielo al atardecer. Los mapas eran dibujados con tinta de luciérnaga para que solamente pudieran durar un corto tiempo y todo tuviera que ser descubierto de nuevo cada día ya que los caminos cambiaban de lugar según el humor de los arboles del bosque.

Allí en aquel mundo vivía un joven llamado Sorin y tenía un tgrabajo muy importante. El era el escriba de la abadia y por ello debía siempre estar atento a todo lo que sucedia en la región y dentro de la abadia. Su oficio era copiar manuscritos en la abadía de San eustaquio, pero el alma de sorin tenía un secreto profundo. Dentro de si quería algo más que tinta y pergamino: deseaba cruzar el Umbral.

El Umbral era una puerta de piedra negra, oculta en el bosque de los Susurros, que según las leyendas, conectaba el mundo visible con el Reino de las Verdades Olvidadas. Solo podía cruzarla quien respondiera correctamente al Guardián, una criatura que no era bestia ni hombre, sino una pregunta encarnada.

Una noche de luna nueva, Sorin robó una lámpara de aceite y partió hacia el bosque. Tras horas de caminar entre árboles que murmuraban su nombre pudo finalmente llegar al lugar más oscuro y profundo del bosque y allí encontró el umbral.

Era: una puerta de obsidiana flotante, sostenida por cadenas de luz líquida. Frente a ella, y allí frente a ella un ser extraño y misterioso El guardian

l Guardián no tenía forma fija. Era una amalgama de máscaras flotantes, cada una representando una emoción humana. Su voz era como el eco de pensamientos no dichos. A veces parecía un anciano, otras veces un niño, y otras, una sombra sin rostro.

. Todo era misterioso y cambiante a medida que cada una de las mascaras reemplazaba la anterior mientras las otras giraban sobre su cabeza como planetas alrededor del sol.

—¿Qué buscas, escriba? —preguntó el Guardián, con voz que parecía venir de todas direcciones.

—La verdad que se esconde tras las palabras —respondió sorin. Quiero conocer que se esconde detrás de cada una de las historias de los libros que copio.

El guardián cambio de nuevo su mascara y dijo

Qué es más real, lo que se recuerda o lo que nunca ocurrió pero se sueña cada noche?

El joven Sorin recordó la frase que alguna vez su madre le dijo. La verdad eres tu y sus sueños

El joven respondió. Lo que se sueña con fidelidad es más real que lo que se recuerda con duda.

—Entonces dime: ¿qué pesa más, la mentira que salva una vida o la verdad que la condena?

Elian dudó. recordó al abad, que decía que la verdad era luz, aunque quemara. Finalmente, respondió:

—Pesa más la intención que la palabra. Una mentira que nace del amor es más liviana que una verdad que nace del orgullo.

El Guardián se quitó una máscara: la de la duda. Y detrás, no había rostro, sino un espejo.sorin se vio a sí mismo, pero con ojos que no eran suyos: ojos antiguos, como si llevara siglos esperando ese momento.

—Has respondido como quien ha vivido más de una vida —dijo el Guardián—. Puedes cruzar.

Al cruzar,sorin no encontró oro ni monstruos, sino una biblioteca suspendida en el vacío, donde los libros flotaban como medusas en un océano infinito. Cada tomo tenía una cerradura que solo se abría con una emoción pura: un llanto sincero, una carcajada sin motivo, un miedo sin razón aparent

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