Cuando todo parece perdido, Dios todavía habla.

En “Trae el Efod: Fortalecidos en la Presencia para Recuperar lo Perdido”, descubrimos el poder que nace cuando el creyente decide detenerse, buscar la presencia de Dios y escuchar antes de actuar. Basado en 1 Samuel 30:1–25 (NTV), este episodio te lleva a caminar con David por las ruinas de Siclag — ese lugar donde algo se rompió, pero también donde comenzó la restitución.

A través de una enseñanza profundamente pastoral y espiritual, aprenderás los cuatro movimientos que restauran el alma: fortalecerse en el Señor, consultar Su presencia, obedecer paso a paso y recuperar lo perdido. Porque la fe no niega el dolor, lo transforma.

Prepárate para redescubrir lo que la gracia puede reconstruir.

🎙️ Escucha, medita y deja que el Espíritu te recuerde que Jesús es el Efod vivo: la presencia que responde, guía y restaura.

La fe cristiana respira entre dos sonidos: el quebrar del pan y el sonar de la trompeta. En la mesa del Señor recordamos la cruz; en la esperanza de su regreso esperamos la gloria. Este episodio te invita a contemplar ese misterio que sostiene a la Iglesia desde el primer siglo: el Cristo que murió, resucitó y volverá.

Pablo lo dijo así: “Cada vez que coman este pan y beban de esta copa, anuncian la muerte del Señor hasta que él vuelva” (1 Corintios 11:26, NTV).

Entre el consuelo de su promesa, la confianza en su poder y la comunión de su presencia, descubrimos que cada Cena del Señor es más que un símbolo: es una proclamación viva del Reino que viene.

En este mensaje, Juan Marcos nos guía a mirar hacia atrás con gratitud, hacia adelante con esperanza y alrededor con amor.

Hasta que Él venga.

Aunque los planes del impío parezcan fuertes y su prosperidad estable, la Escritura revela otra historia: Dios ya está obrando, silenciosa pero poderosamente, a favor de los justos. El Salmo 37:12–40 nos recuerda que la fuerza del mal es pasajera, mientras que la providencia del Señor sostiene, corrige y asegura la herencia futura. En este episodio descubrirás cómo vivir con serenidad en medio de la injusticia, confiando en la defensa divina, practicando el bien en lo cotidiano y esperando el veredicto final del Juez justo. La ayuda de Dios muchas veces no se ve, pero siempre se siente. Y el futuro que Él abre es inquebrantable: paz, herencia y refugio en Cristo.