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Literatura

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By: Manuel López
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Podcast que no aparece en la radio en el que subo los poemas, los relatos y los libros que me gustan.© 2025 Manuel López Art
Episodes
  • Eduardo Galeano: El tiempo
    Nov 26 2025
    Voz: Manuel López Castilleja Música: Chopin_El Vals del Minuto Youtube.com El tiempo de los mayas nació y tuvo nombre cuando no existía el cielo ni había despertado todavía la tierra. Los días partieron del oriente y se echaron a caminar. El primer día sacó de sus entrañas al cielo y a la tierra. El segundo día hizo la escalera por donde baja la lluvia. Obras del tercero fueron los ciclos de la mar y de la tierra y la muchedumbre de las cosas. Por voluntad del cuarto día, la tierra y el cielo se inclinaron y pudieron encontrarse. El quinto día decidió que todos trabajaran. Del sexto salió la primera luz. En los lugares donde no había nada, el séptimo día puso tierra. El octavo clavó en la tierra sus manos y sus pies. El noveno día creó los mundos inferiores. El décimo día destinó los mundos inferiores a quienes tienen veneno en el alma. Dentro del sol, el undécimo día modeló la piedra y el árbol. Fue el duodécimo quien hizo el viento. Sopló viento y lo llamó espíritu, porque no había muerte dentro de él. El decimotercer día mojó la tierra y con barro amasó un cuerpo como el nuestro. Así se recuerda en Yucatán.
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    2 mins
  • José Ángel Buesa: Poema del fracaso
    Nov 21 2025
    Voz: Manuel López Castilleja Música: Chopin_Prelude in E minor Youtube.com Mi corazón, un día, tuvo un ansia suprema, que aún hoy lo embriaga cual lo embriagara ayer; quería aprisionar un alma en un poema, y que viviera siempre... pero no pudo ser. Mi corazón, un día, silenció su latido, y en plena lozanía se sintió envejecer; quiso amar un recuerdo más fuerte que el olvido y morir recordando... pero no pudo ser. Mi corazón, un día, soñó un sueño sonoro, en un fugaz anhelo de gloria y de poder; subió la escalinata de un palacio de oro y quiso abrir las puertas... Pero no pudo ser. Mi corazón, un día, se convirtió en hoguera, por vivir plenamente la fiebre del placer; ansiaba el goce nuevo de una emoción cualquiera, un goce para él solo... pero no pudo ser. Y hoy llegas tú a mi vida, con tu sonrisa clara, con tu sonrisa clara, que es un amanecer; y ante el sueño más dulce que nunca antes soñara, quiero vivir mi sueño... pero no puede ser. Y he de decirte adiós para siempre, querida, sabiendo que te alejas para nunca volver, quisiera retenerte para toda la vida... ¡Pero no puede ser! ¡Pero no puede ser!
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    2 mins
  • Rubén Darío: El velo de la reina Mab
    Nov 18 2025
    Voz: Manuel López Castilleja Música: Mozart_Piano Concerto 23_Adagio Youtube.com La reina Mab, en su carro hecho de una sola perla, tirado por cuatro coleópteros de petos dorados y alas de pedrería, caminando sobre un rayo de sol, se coló por la ventana de una boardilla donde estaban cuatro hombres flacos, barbudos e impertinentes, lamentándose como unos desdichados. Por aquel tiempo, las hadas habían repartido sus dones a los mortales. A unos habían dado las varitas misteriosas que llenan de oro las pesadas cajas del comercio; a otros unas espigas maravillosas que al desgranarlas colmaban las trojes de riquezas; a otros unos cristales que hacían ver en el riñón de la madre tierra oro y piedras preciosas; a quiénes, cabelleras espesas y músculos de Goliat, y mazas enormes para machacar el hierro encendido; y a quiénes, talones fuertes y piernas ágiles para montar en las rápidas caballerías que se beben el viento y que tienden las crines en la carrera. Los cuatro hombres se quejaban. Al uno le había tocado en suerte una cantera, al otro el iris, al otro el ritmo, al otro el cielo azul. La reina Mab oyó sus palabras. Decía el primero: —Y bien! ¡Heme aquí en la gran lucha de mis sueños de mármol! Yo he arrancado el bloque y tengo el cincel. Todos tenéis, unos el oro, otros la armonía, otros la luz; yo pienso en la blanca y divina Venus, que muestra su desnudez bajo el plafón color de cielo. Yo quiero dar a la masa la línea y la hermosura plástica; y que circule por las venas de la estatua una sangre incolora como la de los dioses. Yo tengo el espíritu de Grecia en el cerebro y amo los desnudos en que la ninfa huye y el fauno tiende los brazos. ¡Oh, Fidias! Tú eres para mí soberbio y augusto como un semidiós, en el recinto de la eterna belleza, rey ante un ejército de hermosuras que a tus ojos arrojan el magnífico quitón mostrando la esplendidez de la forma en sus cuerpos de rosa y de nieve. "Tú golpeas, hieres y domas el mármol, y suena el golpe armónico como un verso, y te adula la cigarra, amante del sol, oculta entre los pámpanos de la viña virgen. Para ti son los Apolos rubios y luminosos, las Minervas severas y soberanas. Tú, como un mago, conviertes la roca en simulacro y el colmillo del elefante en copa del festín. Y al ver tu grandeza siento el martirio de mi pequeñez. Porque pasaron los tiempos gloriosos. Porque tiemblo ante las miradas de hoy. Porque contemplo el ideal inmenso y las fuerzas exhaustas. Porque, a medida que cincelo el bloque, me ataraza el desaliento." Y decía el otro: —Lo que es hoy romperé mis pinceles. ¿Para qué quiero el iris y esta gran paleta del campo florido, si a la postre mi cuadro no será admitido en el salón? ¿Qué abordaré? He recorrido todas las escuelas, todas las inspiraciones artísticas. He pintado el torso de Diana y el rostro de la Madona. He pedido a las campiñas sus colores, sus matices; he adulado a la luz como a una amada, y la he abrazado como a una querida. He sido adorador del desnudo, con sus magnificencias, con los tonos de sus carnaciones y con sus fugaces medias tintas. He trazado en mis lienzos los nimbos de los santos y las alas de los querubines. ¡Ah, pero siempre el terrible desencanto! ¡El porvenir! ¡Vender una Cleopatra en dos pesetas para poder almorzar! "¡Y yo, que podría en el estremecimiento de mi inspiración trazar el gran cuadro que tengo aquí dentro!..." Y decía el otro: —Perdida mi alma en la gran ilusión de mis sinfonías, temo todas las decepciones. Yo escucho todas las armonías, desde la lira de Terpandro hasta las fantasías orquestales de Wagner. Mis ideales brillan en medio de mis audacias de inspirado. Yo tengo la percepción del filósofo que oye la música de los astros. Todos los ruidos pueden aprisionarse, todos los ecos son susceptibles de combinaciones. Todo cabe en la línea de mis escalas cromáticas. "La luz vibrante es himno, y la melodía de la selva halla un eco en mi corazón. Desde el ruido de la tempestad hasta el canto del pájaro, todo se confunde y enlaza en la infinita cadencia. Entre tanto, no diviso sino la muchedumbre que befa y la celda del manicomio." Y el último: —Todos bebemos el agua clara de la fuente de Jonia. Pero el ideal flota en el azul; y para que los espíritus gocen de su luz suprema, es preciso que asciendan. Yo tengo el verso que es de miel y el que es de oro, y el que es de hierro candente. Yo soy el ánfora del celeste perfume: tengo el amor. Paloma, estrella, nido, lirio, vosotros conocéis mi morada. Para los vuelos inconmensurables tengo alas de águila que parten a golpes mágicos el huracán. Y para hallar consonantes, los busco en dos bocas que se juntan; y estalla el beso, y escribo la estrofa, y entonces, si veis mi alma, conoceréis a mi musa. Amo las epopeyas, porque de ellas brota el soplo heroico que agita las banderas que ondean sobre las lanzas y los penachos que tiemblan sobre los cascos; los cantos ...
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    8 mins
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