Ingresar en un manicomio es muy fácil, salir muy difícil.
Durante cinco siglos, los enfermos mentales se encerraron en espacios insalubres y carentes de tratamiento. Ingresaban sin futuro, sin perspectiva de cura, sin respeto. A menudo estas personas eran encerradas porque no encajaban en sus familias o porque molestaban en la sociedad.
La corriente europea llamada antipsiquiatría empieza a aplicarse en pocos reductos del país. Uno de ellos fue el Hospital Psiquiátrico de Bétera.
Cuando llegan enfermos trasladados desde un tétrico manicomio, comienzan a florecer historias de vida desgraciadas y abusadas. Especialmente doliente fue el caso de las mujeres, muchas de ellas encerradas por no cumplir con los roles sociales opresores que tenían asignados en esos momentos.
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