Entonces Dios hizo que brotara agua a chorros de un hoyo en el suelo de Lehi, y Sansón se reanimó al beber. Luego llamó a ese lugar «Manantial del que Clamó»[b], el cual todavía se encuentra en Lehi hasta el día de hoy.

En ese instante, el Espíritu del Señor vino con poder sobre él y despedazó las quijadas del león a mano limpia; tan fácilmente como si hubiera sido un cabrito. Pero no contó nada de lo sucedido ni a su padre ni a su madre.

La mujer corrió a decirle a su esposo: «¡Se me apareció un hombre de Dios! Tenía el aspecto de uno de los ángeles de Dios, daba miedo verlo. No le pregunté de dónde era, y no me dijo su nombre.

Jefté tomó control de los vados del río Jordán y cada vez que un fugitivo de Efraín trataba de cruzar para volver a su tierra, los hombres de Galaad lo desafiaban preguntándole: «¿Eres miembro de la tribu de Efraín?».

Así que Jefté huyó de sus hermanos y vivió en la tierra de Tob. En poco tiempo, tuvo una banda de rebeldes despreciables que lo seguían.

Este tuvo treinta hijos, que cabalgaban sobre treinta asnos; y tenían treinta ciudades, que se llaman las ciudades de Jair hasta hoy, las cuales están en la tierra de Galaad.

Entonces todos los ciudadanos prominentes de Siquem y de Bet-milo convocaron una reunión bajo el roble que está junto a la columna[b] de Siquem y proclamaron rey a Abimelec.

Pero aconteció que cuando murió Gedeón, los hijos de Israel volvieron a prostituirse yendo tras los baales, y escogieron por dios a Baal-berit.