El Desvío Mortal de los Yuba County Five cover art

El Desvío Mortal de los Yuba County Five

El Desvío Mortal de los Yuba County Five

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Bienvenidos a Misterios Ocultos. Soy Alejandro Luna. Esta noche, la carretera nos saca del mapa, entre pinos que crujen bajo el peso de la nieve. Es febrero de 1978, en el norte de California. Cinco amigos de Yuba City salen a ver un partido de baloncesto universitario en Chico. Ríen, comen dulces, planean su propio torneo al día siguiente. Son los llamados “Yuba County Five”. Y nunca llegan a casa.

Días después, un guardabosques halla un coche abandonado en una pista forestal del Bosque Nacional de Plumas, muy lejos de la ruta lógica de regreso. El coche no está atascado, tiene gasolina, responde al contacto. Adentro, envoltorios de comida, mapas sin desplegar. Afuera, la noche más fría del año. Ninguna razón clara para estar allí.

Los nombres, que se volverán plegarias, son: Ted Weiher, Jack Madruga, Bill Sterling, Jackie Huett y Gary Mathias. Hombres jóvenes, con rutinas queridas, familias que los esperan, y planes simples: ganar ese torneo. La policía peina el bosque. La nieve tritura huellas, amortigua gritos, guarda secretos.

Pasan meses. Cuando el deshielo abre la montaña, los buscadores encuentran un rastro que no es rastro, sino una constelación de ausencias. A medio camino entre el coche y un campamento forestal, aparecen tres cuerpos: como si hubieran intentado regresar, o avanzar, y la noche los hubiera detenido a mitad de pensamiento. Más adentro, en una remota caseta de guardas, descubren a Ted Weiher.

La caseta tenía mantas, comida enlatada para meses, una estufa que podía haber calentado el invierno, un depósito de gas propano listo para usarse. La lata, intacta. Alguien abrió algunas conservas, encendió velas, movió colchones. Otros recursos quedaron sin tocar, como si un miedo o un desconocimiento hubiera dibujado una línea invisible. Ted murió allí, lentamente, con todo lo necesario a pocos pasos… y con la sensación de que algo no se atrevió a encenderse.

Gary Mathias no aparece. Solo quedan vestigios: unos zapatos, un rumor de pasos que nadie oyó. Un testigo anciano contó haber visto una camioneta y a un grupo de jóvenes aquella noche, confundidos, tal vez pidiendo ayuda. Otra versión habla de luces en la montaña. Las teorías se arman como tiendas a oscuras: ¿perdidos por un desvío tonto, atrapados por el hielo? ¿Perseguidos? ¿Guiados por alguien hacia la pista forestal? ¿Una broma que se torció, un pánico nocturno, una mente en crisis?

La parte racional del misterio ofrece piezas: el coche en buen estado; el camino de tierra que trepa a alturas sin razón; la caseta con recursos ignorados; la distancia brutal entre puntos en un frío que muerde. Y, sin embargo, algo no cuadra. Ellos eran cuidadosos con sus rutinas, esperaban un gran día. ¿Qué los hizo abandonar un vehículo que aún podía moverse? ¿Por qué no usaron el gas, por qué no encendieron la estufa? ¿Por qué tomaron una ruta que no era la suya?

Imagina la montaña aquella noche: el motor apagado, el bosque tragándose el sonido, la luna como un plato helado sobre las copas. Cinco sombras que discuten en voz baja, las manos en los bolsillos, el miedo cortando las frases. Un edificio gris, salvación a la vista, y dentro una lista de posibilidades que alguien no quiso o no supo leer. Afuera, el bosque espera, paciente.

Los “cinco de Yuba” quedaron suspendidos en un paréntesis: no hay culpable, ni crimen demostrado, ni paz. Solo preguntas tendidas entre pinos como cuerdas finas que silban cuando sopla el viento. A veces, el mayor terror no es lo que se ve, sino la decisión que no se toma, la manija que no se gira, la estufa que no se enciende.

Gracias por acompañarnos en Misterios Ocultos. La próxima vez, seguiremos un rastro que quizás, otra vez, termine en nieve. Hasta entonces, si una carretera te pide un desvío en la noche, escucha al bosque… y a tu instinto. Buenas noches.
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